MAASTRICHT - La afroshop Mama Bee de la calle Boschstraat de Maastricht sirvió de base para obtener pasaportes para la trata de seres humanos en los últimos años, según la justicia. La principal sospechosa en este megacaso, Peggy A., presuntamente seleccionaba a mujeres negroides en la tienda.
Esas mujeres, que residían legalmente en los Países Bajos, se parecían en apariencia a las menores de edad que Peggy A. (28) supuestamente había organizado para que vinieran a Limburgo Meridional desde Nigeria. A. (28) y la propietaria Blessing I. (26) del Afroshop supuestamente les pidieron entonces sus pasaportes para obligar a las adolescentes nigerianas a trabajar en los barrios rojos o burdeles de Limburgo del Sur y sus alrededores. Así le ocurrió también a Isabelle S., de 27 años, de Heerlen, que debía comparecer ayer ante el tribunal. Admitió haber prestado su pasaporte a cambio de una cuota mensual de 150 euros. Por ello, el fiscal le exigió 120 horas de trabajos comunitarios y una pena de dos semanas de prisión con suspensión de la pena y un periodo de prueba de dos años.
S. declaró ayer ante el tribunal que prestó su pasaporte con la mejor de las intenciones. "Mientras me peinaba, Blessing me dijo una vez que me parecía a su sobrina. Esa sobrina acababa de llegar a Holanda y tenía que esperar un permiso de residencia. Como no tenía dinero, quería dedicarse a la prostitución. Blessing me pidió que le prestara mi pasaporte. No vi nada malo en ello y me alegré de ayudar a esa chica. Que además me dieran algo de dinero por ello, no me importaba". En marzo de 2009, S. entregó su pasaporte a la sobrina. "Al fondo de la tienda hay una pequeña habitación donde también se venden alimentos congelados. Aquí había un pequeño escritorio negro. Cuando Blessing sacó el dinero del cajón, tuve que darme la vuelta. No se me permitía mirar". Hasta agosto, S. recibió su dinero. Nunca le devolvieron el pasaporte; ahora tiene un documento de identidad. "Peggy dijo en un momento dado que la sobrina ya no podía permitirse ese dinero. Por eso le daba mi pasaporte a otra chica".
Cuando el juez y el fiscal quieren saber por qué no exigió su pase entonces, ella se encoge de hombros. "Yo tampoco lo sé. Fue una estupidez. Pero me gustaba el dinero porque tenía una deuda de 60.000 euros". Su abogado Patelski aboga por la absolución. "Mi clienta no es una delincuente porque cuando Peggy le preguntó si quería traficar con drogas o contraer un matrimonio ficticio dijo 'no'. La clienta es ingenua en el mejor de los casos". Al final de la vista, la ahora llorosa Isabelle cayó en la cuenta de que, en parte gracias a su pasaporte, al menos dos adolescentes podrían verse obligadas a prostituirse. La justicia, sin embargo, subrayó que S. no era cómplice de este tráfico de seres humanos.